Viendo este vídeo lo primero que se me pasa por la cabeza es que Eduardo De Crescenzo lo mismo podía haber aparecido en el festival de San Remo de 1981 que en "Los conciertos de Radio 3" del mes pasado. Al menos estéticamente hablando. Esa gafas de pasta, ese bigotillo, la corbatica... Está claro: todo vuelve (para algunos).
Lo segundo que se me pasa por la cabeza es cómo el tío consigue mantener esa posición de manos tras la espalda durante prácticamente toda la canción, independientemente de la intensidad con la que cante. Ni un aspaviento, ni un agarre de micrófono. Nada. Me da por pensar que si colocasen una cámara cogiéndole la espalda podríamos ver cómo sus manos se aprietan entre sí hasta límites insospechados y las uñas comienzan a clavarse bajo la piel haciendo brotar la sangre. Tan sólo libera las manos en un par de ocasiones, ambas para colocar los brazos a lo largo del cuerpo y torcer el cuello a modo de tortícolis dolorosa. Estoy convencida de que esos gritos que suelta, tipo "Uu-uuuu", "Aaaaaaaa" no son parte de la canción. Son de dolor.
Esta claro que, para Eduardo, la música es sufrimiento y contención. Y para el que le mira cantar es lo mismo. Te pegas con el culo prieto toda la canción esperando que, de una vez, se suelte el hombre. Y que conste que la canción me encanta. Ancora e per sempre.
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